Opinión

Drama del “ius migrandi”

Hace muchos años los derechos de la persona y los derechos del ciudadano se identificaban y se conjugaban en armonía, en tanto el derecho de residencia y el derecho de circulación se proclamaban universales, pero ahora estos derechos están reservados a unos y negados a otros

Hace muchos años los derechos de la persona y los derechos del ciudadano se identificaban y se conjugaban en armonía, en tanto el derecho de residencia y el derecho de circulación se proclamaban universales, pero ahora estos derechos están reservados a unos y negados a otros. De ahí que la migración se convirtió en un conflicto contemporáneo y asume un carácter racista, de nuevo racismo, convertido en un dolor de cabeza para Europa y en general para el Norte del planeta. Es el drama cotidiano de hombres, mujeres y niños en aprieto, angustiados por llegar desde el Norte de África a la isla italiana de Lampedusa o a un punto de Grecia. Otros se arriesgan por otras vías. Las guerras, el hambre y la persecución política hacen que miles y miles de personas traten de cruzar el Mediterráneo o viajen a través  de los Balcanes para llegar al Norte de Europa. Es el vía crucis del inmigrante, del desesperado por llegar al otro lado a riesgo de la estación de la muerte por miles en un naufragio, en un camino o en un refugio.

Veamos una cosa parecida a una razón histórica. En la época recia del colonialismo era inimaginable la emigración de los habitantes de las tierras colonizadas, pero hoy sí lo hacen por la pobreza o por las guerras preparadas y lanzadas sobre esos pueblos que buscan salir de la seudovida, planteando una lucha de contrarios entre la ciudadanía de los países ricos y la universalidad de los derechos fundamentales que se afirma “cuando se hace irresistible la presión de quienes han quedado excluidos ante las puertas de los incluidos”. Leyendo a Luigi Ferrajoli se advierte que en la crisis de los Estados y de las comunidades nacionales, acompañada de los flujos migratorios hacia los países desarrollados y la distancia cada vez mayor entre países ricos y países pobres, la ciudadanía ya no es un factor de inclusión y de igualdad. Hoy Europa nos muestra la cara del nuevo racismo con la persecución a los inmigrantes. Pero el problema de la migración condenada es grave en el contexto de lo que hoy está pasando en la comunidad internacional, porque a la pobreza de los países subdesarrollados se suma esa perversa discriminación que muchos no quieren ver. Sin embargo, allí está amenazante el ejercicio del ius migrandi, que ya no se explica como “misión de evangelización”.

Abogado

/N.A

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