Opinión

Pecadora

En la oposición tienen fundadas sospechas de que alguien de sus filas se acuesta con el régimen. La sola duda incomoda a los factores de la engañada unidad porque, al no tener pruebas de lo que juran cierto, la suspicacia generalizada hace estragos en la confianza mutua que, aunque frágil, al menos existía en ese matrimonio colectivo bautizado Mesa o cama de la Unidad. 

De las miradas de frente, todos pasaron a ver al otro por el rabo del ojo, lo que no deja de ser doloroso, digo, que te vean por el rabo del ojo.

Esta embarazosa situación me recuerda a Rosita La Rocolita, una muchacha de mi pueblo apostrofada por las matronas de la calle Orinoco de ser una mujer “de la vida alegre”. De niño, esta frase me parecía tan bonita, hoy diría que poética, aunque mi madre me explicó que ser de la “vida alegre” era ser de la “mala vida”, lo que me confundió más. 

Volviendo a lo que nos interesa y seguramente interesa a Obama para aplicar su “Ley de Sanciones contra Venezuela”, los esposos del pueblo que más injuriaban a Rosita La Rocolita, eran sus más asiduos visitantes bajo las pecaminosas sombras de noches insaciables.

El fraile Capriles Radonski insinúa que cierta “oposición” (comillas suyas) estaría pactando bajo cuerda (o sábanas) con el Gobierno. El reverendo Roberto Enríquez, indignadísimo, le exigió que midiera sus palabras, le reclamó esas comillas y por poco lo llama Rosita La Rocolita, pero no conoce esa historia de pueblos petroleros, rocoleros y abatidos por La Lupe y Toña La Negra. 

Los de UNT, para evitar sospechas, juraron que pedirán al TSJ aclarar si los nuevos rectores son provisorios o si dejan la habitación por la mañana. Voluntad Popular exigió la expulsión de la MUD (aunque lo suyo es acabar con la MUD completa) al que se haya encuerado con el régimen.

A todas estas, como buen caballero de fina estampa, el régimen calla. Lo cierto es que a la Asamblea Nacional llegaron postulados de todos los colores. Los opositores siguen enrostrándose culpas y pecados. Todos ven en el otro a Rosita La Rocolita. Mirarse por el rabo del ojo es casi una sentencia firme. 

De vivir mi admirado padre, quien murió de excesos amatorios, les aconsejaría que no se den “mala vida” si quieren disfrutar sin complejos de su “vida alegre”.

 

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