Opinión

Ideas industriales

Una cosa es café y otra Nescafé. Una es maíz pilado y otra Harina Pan. Ya, no pongo más nombres comerciales, para evitar publicidad gratuita. En otra época había ideas artesanales, que podían hacerse masivas pero con arte, con paciencia. Fue así como se abrieron paso los mitos, las religiones, la ciencia, que contaron cómo era el mundo. Convenciendo casi que persona por persona, en plazas, en ágoras, en mercados, en tribunas, en parlamentos, en escuelas, patios, universidades, libros, tarjas, murales, tabernas, calles, callejuelas, veredas, balcones, caravanas…

Pero vino la reproducción industrial en serie y con eso la mentira industrial, los judíos son una raza degenerada, la germana es raza de señores, ideas industriales que vinieron con el amarillismo de Hearst, Goebbels y las actuales industrias de la información, que generan paradigmas, ideas, memes, doctrinas, discursos, representaciones, estéticas, a través de unos pocos medios: imprenta, fotografía, radio, cine, televisión, discos, apelotonados ahora en Internet. Un orador ya no puede valerse solo de su verbo encendido, por elocuente que sea, para detener un meme impuesto por un dispositivo industrial de los que se llevan ahora.

Hay un aparato masivo que ha ido tragándose todos los medios masivos, que ya no funcionan autónomamente como hasta hace poco. En 1944 el general Charles de Gaulle convocó al periodista Hubert Beuve-Méry y le dijo: « Faites-moi un grand journal ». Es decir, «hágame un gran periódico». Y Beuve-Méry creó le Monde, un diario cultivado, refinado, sutil, en el que se sentía cómo el redactor sopesaba y tanteaba cada palabra. No había fotografías noticiosas, sino las de la publicidad o las que tenían algún valor estético. De pronto me encuentro con que le Monde está informando sobre el último novio de Britney Spears. No es información que me interese, pero si me importare alguna vez me busco prensa especializada en eso, tipo People u ¡Hola! Ha ido sucediendo con muchos medios, hundidos en el fango de las ideas industriales. Fue así como Francia pasó de De Gaulle y Mitterrand a Sarkozy, el presidente « bling-bling ». Las ideas industriales pueden llamarse también ideas « bling-bling ».

José Ortega y Gasset propuso una vez una diferencia luminosa: ideas y creencias. Las ideas son las que se razonan escrupulosamente, se argumentan, se sugieren, se discuten. Las creencias no, son convicciones que nadie argu-menta. Uno no se pregunta al salir de casa si la calle está ahí. Uno cuenta con la calle. «Con las creencias se cuenta», dice Ortega. Cuando una idea se convierte en creencia se constituye la sociedad humana, con sus procesos ideológicos, la tierra es plana, los rayos los lanza Zeus, los barcos se caen por el horizonte, donde los devoran enormes serpientes marinas. Es contra las creencias que batallan los genios.

Ahora no hacen falta siglos para que una idea cuaje en creencia. El avión malasio lo tumbaron terroristas prorrusos, el Estado Islámico es producto del fanatismo religioso, Obama es socialista, Maduro es un dictador. Son creencias que cuajan en horas y que multitudes no pensantes repiten como loras. Óyelas.

 

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