Culturales

Galeano ahora vive en el espejo

El escritor y periodista uruguayo ha partido de este mundo al revés, dejando un espacio muy especial en una América Latina que sigue con las venas abiertas. Nuestra patria grande, la historia, el lenguaje, el periodismo, el fútbol y las mujeres se quedan sin un gran hincha

Utilizando una frase de su compatriota Mario Benedetti, podríamos decir que Eduardo Galeano fue un intelectual que nunca perdió su sur. Siempre estuvo comprometido con sus puntos de vista, incluso cuando sintió que debía cuestionar a sus propios amigos, los líderes de algunos de los gobiernos progresistas de la región.

De formación autodidacta, desde los 14 años estuvo escribiendo y publicando textos en los que se unían sus grandes pasiones: América Latina, el lenguaje, la historia, el periodismo y el fútbol (específicamente, el club Nacional de Montevideo).

Según las reseñas biográficas que se han difundido profusamente a raíz de su fallecimiento (a los 74 años, de cáncer de pulmón, luego de pasar una semana hospitalizado), Galeano realizó diversos oficios antes de dedicarse a la literatura y el periodismo. Trabajó como obrero, oficinista y cajero de banco hasta que encontró su rumbo definitivo, cuando apenas pasaba de los 30 años, al escribir su clásico Las venas abiertas de América Latina, un libro de gran impacto en 1971 y que en 2009 tuvo un relanzamiento inesperado, cuando el comandante Hugo Chávez le obsequió un ejemplar a Barack Obama.

Consultado sobre ese segundo debut de su libro, Galeano dijo que lo consideraba una etapa superada, que ahora lo veía aburrido y que cuando lo escribió no tenía los conocimientos necesarios para lograr la profundidad adecuada. Sin embargo, aseguró que no se arrepentía de haberlo escrito. Impulsado por el gesto de Chávez, con Las venas abiertas… ocurrió algo insólito: se transformó en best seller luego de haber pasado varias décadas arrumado en ventas de libros usados y en bibliotecas de ñángaras irredentos.

Esa obra, que resume la atribulada historia de la región asolada por un imperio tras otro, está lejos de ser la única de este autor nacido en 1940. Por el contrario, fue un fecundo escritor que nos deja alrededor de 50 obras, además de su larga producción periodística. Su recorrido no se detuvo hasta días recientes, cuando vio la luz su último libro, titulado Mujeres, una recopilación de materiales que escribió acerca de ellas, otra gran pasión de su vida, si se considera que Galeano era el apellido de su madre (el de su padre era

Hughes), si se toma en cuenta que se casó tres veces y si se pondera que le salían genialidades como esta: “No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta”.

En esa extensa obra destacan también Memorias del fuego, El libro de los abrazos y Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

La idea central de este último libro ha sido un comodín para todo aquel que —sobre todo en las artes urgentes de la política y el periodismo— necesita denunciar una incoherencia, un despropósito. Galeano explicó que Alicia, la del país de las maravillas, se metió dentro de un espejo para ver cómo era el mundo al revés; y aseguró que en el tiempo actual esa operación de desdoblamiento sería innecesaria: basta con asomarse a la ventana para comprobar que todo está invertido.

El pasado lunes, el ingenioso escritor traspasó su propio espejo, tal vez con la esperanza de ver por primera vez el mundo al derecho. Quién sabe.

 

EGALEANO

 

Ilustración: Alfredo Rajoy

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