Salud

El estrés te mata

Interrumpir de vez en cuando el flujo de atención sobre el área de pensamiento en la que estamos centrados es esencial para no padecer estrés. Somos más eficaces en el trabajo cuando no estamos estresados, y para eso necesitamos desconectar: tener una afición completamente distinta a nuestro mundo laboral es la mejor forma de conseguirlo.    

La mala noticia es que el estrés puede producir consecuencias devastadoras como estas para el organismo. La buena es que la cantidad de efectos secundarios físicos depende en gran medida de la forma en que afrontemos este sobresfuerzo al que obliga el mundo actual. El psicólogo Richard Lazarus, de la Universidad de California en Berkeley, fue pionero en el estudio de estas estrategias cognitivas de minimización del estrés. Sus investigaciones le llevaron a la conclusión de que es más importante la valoración que hace el individuo de la situación que las características objetivas de esta.

El estrés surge como consecuencia de la puesta en marcha de ciertos procesos mentales. Si interpretamos lo que está ocurriendo como peligroso o consideramos que nuestros medios son insuficientes a la hora de afrontarlo, pondremos en marcha los mecanismos de alarma. De lo contrario, permaneceremos estables. Los problemas surgen, según Lazarus, cuando hay “una relación concreta entre la persona y el ambiente que es estimada por el individuo como impositiva o que supera sus recursos y pone en peligro su bienestar”. De hecho, en opinión de este investigador, la tendencia a un determinado modo de reaccionar es constante.

En torno a cierta edad, que suele situarse en la adolescencia, se produce un punto de inflexión a partir del cual el estilo psicológico de afrontamiento del estrés se hace automático. Cuando ponemos en marcha nuestro mecanismo mental de alarma, reaccionamos de forma idiosincrática: cada cual a su manera. Existen individuos que aprenden desde jóvenes a enfrentarse a lo que les estresa. Otros se distancian emocionalmente. Hay quien pone en marcha mecanismos de autocontrol, hay quien busca apoyo social y hay quien activa estrategias de huida o evitación del estímulo.

Además de sensaciones internas, existen consecuencias externas de la sobreactivación. En los momentos de alarma tendemos a estar más susceptibles, a reaccionar con una gran labilidad emocional: lloramos o gritamos con facilidad, nos comunicamos peor, nos distraemos… Esa forma de comportarse es lo que podríamos denominar estrés feo o exoestrés, porque afecta a las personas que queremos y las aleja de nosotros. Es feo en el sentido de que después nos solemos avergonzar de nuestros actos

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