Internacionales

Viaje con Francisco: Caleidoscopio

La alcaldía de la ciudad de Nueva York ha rifado boletos para peregrinar junto a Francisco dentro del Parque Central, en un encuentro cara a cara con los neoyorquinos

NEW YORK.-Ha sido tan intensa la agenda del Papa y tantas las vivencias, que no podré contarles todo, aunque quiera. Por eso he armado algunas viñetas rápidas, con la esperanza de que, al final, ustedes quizás tengan una idea de la tercera gran jornada de Francisco en Estados Unidos.

Parque Central

Armories en el Parque Central de Nueva York, poco antes de la llegada de Francisco. Foto: The New York Times

Arcoíris en el Parque Central de Nueva York, poco antes de la llegada de Francisco. Foto: The New York Times

La alcaldía de la ciudad de Nueva York ha rifado boletos para peregrinar junto a Francisco dentro del Parque Central, en un encuentro cara a cara con los neoyorquinos.  Muy temprano en la mañana, dos horas antes de que las puertas de seguridad abrieran en Central Park, y seis horas antes de que el Papa llegue, la fila en la puerta de entrada tiene más de dos cuadras de largo.

Nancy Díaz, de 57 años, del Bronx, ha estado esperando afuera desde que terminó la función en el teatro donde trabaja como acomodadora, la noche anterior. Ella trató de dormir en la entrada del parque, por la calle 60, pero las ratas la obligaron a refugiarse en un banco en Columbus Circle. “Era una pandilla de seis ratas”, cuenta al periodista de The New York Times. “Estaban saltando, gritando, haciendo ruido…”, dice exaltada e inmediatamente después suspira. Su expresión es de quien es capaz de resistirlo todo: “Pero viene el Papa”. 

En Penn Station

Foto: The New York Times

En el tren de Long Island, que va a la estación de Penn Station, el conductor que recoge las entradas llamó la atención sobre un inusual polizonte:  “¡Una mantis religiosa!”, dijo. “Por supuesto que lo sería, con el Papa en la ciudad”, dijo alegre la mujer que estaba sentada más cerca.

Encuesta

Francisco coloca una rosa blanca sobre el mausoleo de mármol negro dedicado a las víctimas del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York. Foto: The New York Times

Francisco coloca una rosa blanca sobre el mausoleo de mármol negro dedicado a las víctimas del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York. Foto: The New York Times

Leo los periódicos de la mañana. Reproducen una encuesta publicada por CBS News, que encontró que alrededor del 60 por ciento de los protestantes y los estadounidenses sin ninguna religión tenían una opinión “favorable” o “muy favorable” del Papa.  El 79 por ciento de los católicos consideran al Papa un buen líder de la Iglesia.

Otra encuesta de la Universidad de Quinnipiac también encontró que el 61 por ciento de los católicos, protestantes y los que no profesan ninguna fe estuvieron de acuerdo con la convocatoria del Papa a hacer más para enfrentar el cambio climático. Entre  los católicos esta calificación es aún más alta, con un 90 por ciento de opinión “favorable” o “muy favorable”.

Fiesta

Das, el "Papa" bailarín. Foto: The New York Times

Das, el “Papa” bailarín. Foto: The New York Times

Paseando por la Octava Avenida hacia Columbus Circle anda un hombre vestido  con túnica y  gorro rojos, ofreciendo bendiciones. Dice que es el Papa.  “Bendito seas”, le grita al periodista. Se hice llamar Das y se está divirtiendo: “Yo no creo que el otro papa pueda tener más seguidores que yo”, y señala a la multitud que va y viene –como es usual- a esta hora.

Mirándolo bien, el traje de color rojo tiene incrustados unos leones y sus zapatos parecen de arlequín. (“Yo me pongo lo que puedo”, replica Das.) Las reacciones están encontradas frente al gracioso impostor. Los niños corren hacia él como si fuera otra mascota en Times Square, pero Das admite que un vecino piadoso le vio salir de su apartamento y lo criticó. “Sólo quiero que la gente se ría”, añade. “¿Usted es el Papa?”, le pregunta un saxofonista que toca bajo la estatua de Cristóbal Colón. Das le dice que sí y empieza a bailar para demostrarlo.

Confesión

Raúl en la ONU. Foto: The New York Times

El Presidente Raúl Castro en la ONU, junto al Canciller Bruno Rodríguez Parrilla y el Ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera. Foto: The New York Times

No puedo ir más allá de la Sala de Prensa y paso todo el tiempo pendiente de la pantalla del televisor. La noticia no es solo que el Papa ya está en el interior de la sede de la ONU, sino que otros dignatarios, entre ellos Raúl, han venido a ver el discurso que el pontífice dará en breves minutos. Pero el director de la única señal que viene del plenario, solo poncha tomas generales, y no he logrado confirmarlo.

Me voy a tomar un café, frustrada. La que se ocupa de acomodar los vasitos y mantener el termo con el líquido caliente, es una salvadoreña que se alegra de encontrarse con una cubana. Se llama María y está muy emocionada: el Papa está aquí. No puede llegar hasta él, pero sí a otros religiosos que lo acompañan o simplemente andan dando vueltas en su entorno. Tiene boleto para ir a la misa del Madison Square Garden –lo ganó en una rifa en su parroquia-, pero antes quiere confesarse.

No me imagino cómo eso será posible en medio de la locura que es hoy Nueva York, y cuando ella todavía está trabajando, a escasas horas del encuentro de Francisco con los inmigrantes en el estadio techado más famoso de esta ciudad. Responde que hay sacerdotes y confesionarios-express alrededor de todo Madison Square, junto a los quioscos que venden suvenires y los puestos de perro caliente. “Voy a limpiar mi alma antes de ir a misa con el Santo Padre, ¿y usted?” “Yo me conformo con saber si Raúl ha llegado a la ONU”, le respondo, y ella se ríe como una niña.

Error de cálculo

El Papa interviene ante la Asamblea General de la ONU, es el cuarto pontífice que lo hace. Foto: The New York Times

El Papa interviene ante la Asamblea General de la ONU, es el cuarto pontífice que lo hace. Foto: The New York Times

Ya está en el podio del edificio de las Naciones Unidas, a pocas kilómetros de Wall Street y de Zucotti Park –el célebre corazón de las manifestaciones del movimiento Occupy Wall Street-. Francisco lanza su crítica al poder financiero depredador: “Los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia.”

Por supuesto, en otro potente discurso, regaña a los bancos, a la “distribución fáctica del poder”, al egoísmo que destroza al planeta, a la burocracia y sobre todo, a la hipocresía. Pide “techo, trabajo y tierra” y proclama el “derecho al ambiente”. Sus palabras no son las del líder político en campaña o las de la estrella de rock que pide a los ciudadanos de los países ricos para extender ayudas a África, y se va a dormir tranquilo con su conciencia. Francisco hace lo que exhorta: no limitarse “al ejercicio burocrático de redactar largas enumeraciones de buenos propósitos –metas, objetivos e indicadores estadísticos–, o creer que una única solución teórica y apriorística dará respuesta a todos los desafíos”.

Fíjense lo que son las cosas. Por esas vueltas extrañas y a veces desconcertantes que da la memoria, lo que me viene a la mente mientras escucho a Bergoglio en la ONU es una frase que le dijo Richard Nixon en 1971 al entonces joven Donald Rumsfeld, futuro secretario de Defensa estadounidense, cuando le aconsejaba qué parte del mundo debía ignorar si quería una carrera brillante: “América Latina hoy en día no le importa a nadie un pepino.”

Pues bien, este Papa latinoamericano, argentino por más señas, está recibiendo ahora mismo una de las ovaciones más largas, cerradas y vibrantes que se han escuchado en este plenario, con los ojos del mundo puestos en él.

Madison Square Garden

En el Madison Square Garden. Foto: The New York Times

En el Madison Square Garden. Foto: The New York Times

Cuando Francisco va al altar para dirigir la misa, el gobernador Andrew M. Cuomo llega a la sala de prensa a responder preguntas. La primera es, obviamente, qué conversó en privado con el Papa:  “Me dijo que Nueva York es un lugar sostenido por la inmigración. Todos somos inmigrantes, aceptemos los inmigrantes. No alejemos la inmigración. Nos parece una fuente de fortaleza y no una debilidad”.

Si Francisco le recordó ayer a los pobres que viven en las calles de Washington que Jesucristo fue también un sin techo, hoy le dijo a miles de inmigrantes, como la María que prepara el café en la Sala de Prensa, que Jesús está en las calles y va al encuentro de ellos, “donde realmente están y no donde nos gustarían que estuviesen”. En la Misa en el Madison Square Garden, ante más de 20 000 personas, retorna “El Pobrecillo de Asís” –como llamaban a San Francisco- y se despliega el recio intelectual que es Jorge Bergoglio. Si no me creen, lean con cuidado este párrafo de la homilía:

Vivir en una gran ciudad es algo bastante complejo: contexto pluricultural con grandes desafíos no fáciles de resolver. Las grandes ciudades son recuerdo de la riqueza que esconde nuestro mundo: la diversidad de culturas, tradiciones e historias. La variedad de lenguas, de vestidos, de alimentos. Las grandes ciudades se vuelven polos que parecen presentar la pluralidad de maneras que los seres humanos hemos encontrado de responder al sentido de la vida en las circunstancias donde nos encontrábamos. A su vez, las grandes ciudades esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría. En las grandes ciudades, bajo el ruido del transito, bajo «el ritmo del cambio», quedan silenciados tantos rostros por no tener «derecho» a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad –los extranjeros, los hijos de estos (y no solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos–, quedando al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor. Se convierten en parte de un paisaje urbano que lentamente se va naturalizando ante nuestros ojos y especialmente en nuestro corazón.

Cuando terminó la misa, el cardenal Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York, se levantó con la ligereza del anfitrión de la casa: “Papa Francisco”, dijo. “En cada Misa, todos los días, oramos por y en unión de Francisco, nuestro Papa. Y ahora estás aquí”. Los aplausos llenaron el estadio y el Papa recibió una ovación que se prolongó durante más de un minuto. El rostro serio que había llevado Bergoglio se transfiguró en una sonrisa. “Está claro lo mucho que le damos la bienvenida, lo mucho que lo amamos, cuánto lo necesitamos. Gracias por su visita”, volvió a hablar el cardenal Dolan y sobrevinieron más aplausos. Francisco cerró la liturgia, como suele hacer siempre: “Por favor, les pido… No se olviden de rezar por mí.”

Todavía aturdida por el espectáculo, le pregunto a José Pertierra, abogado que ha lidiado por décadas con el drama del inmigrante en Estados Unidos, qué le ha parecido la Misa: “Francisco ve el rostro de Jesús en los de abajo, los indocumentados, los perseguidos, los refugiados, los extranjeros y los sin techo.  Ese es el mensaje que le comunicó al público en la gran catedral del entretenimiento de Nueva York”.

Zona Cero 

Francisco pudo escuchar el agua que cae. Oración en el Memorial a las víctimas del 11 de Septiembre de 2001. Foto: The New York Times

Francisco pudo escuchar el agua que cae. Oración en el Memorial a las víctimas del 11 de Septiembre de 2001. Foto: The New York Times

El Papa se disculpa porque no puede expresar su mensaje en inglés.  “Aquí el dolor es palpable”,  y  obviamente estas palabras, dichas como las dijo, tenían que oírse en español. “El agua que vemos correr hacia ese centro vacío nos recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los conflictos”, añade.

Bergoglio está en una ceremonia interreligiosa en el Memorial a las víctimas del 11 de Septiembre, en el llamado Ground Zero (Zona Cero), en el mismo lugar donde estuvieron las Torres Gemelas, donde un pequeño grupo de terroristas incrustaron dos aviones que derrumbaron los emblemáticos edificios del Bajo Manhattan. Lo acompañan líderes religiosos del hinduismo, el budismo, el jainismo, el sijismo, el judaísmo, nativos americanos, musulmanes y de otras ramas del cristianismo. El sonido constante del agua que cae es lo único que escucha el Papa, a pesar de que lo acompañan, además, al menos otras mil  personas.

Me llama la atención el recogimiento de los familiares y las señales de gratitud que muestran al Papa. De los fallecidos en las Torres Gemelas hay memoria real y presencia figurada, pero las familias han formado un ejército doliente y militante que vigila cada cosa que tiene que ver con el Memorial y se expresa y actúa con vehemencia cuando sienten que el espectáculo o la codicia desvirtúan el gesto conmemorativo.

Permítanme describirles el lugar. Uno entra en el recinto de hormigón y cristal, y advierte dos colores dominantes, el verde y el negro. El verde corresponde al arbolado del parque, la plantación de robles blancos de California, y el Survivor Tree o árbol superviviente, un peral que originalmente estaba en el jardín de la plaza interior situada entre las dos torres abatidas y que las brigadas de salvamento encontraron, dañado pero no muerto, en las ruinas humeantes de la Zona Cero. Como un herido más de la masacre, el peral fue atendido y sanado en otro parque-hospital de la ciudad, hasta que renació y floreció de nuevo cada primavera.

Hay dos inmensas fuentes que ocupan el perímetro exacto donde estaban las Torres. Además de las paredes de mármol negro en que están grabados los nombres de las víctimas, la otra nota distintiva es el fluir moroso de un continuo canal que forma una cascada sin estruendo y un lago sin profundidad. Pero el agua cae finalmente en anchos pozos centrales a un fondo insondable y sombrío. El silencio allí, con Francisco, era tal que no solo pudo “ver el agua caer”, como dijo en su discurso, sino escucharla.

Aquí, en este lugar de la memoria, cada uno a su manera, pero juntos, les propongo hacer un momento de silencio y oración. Pidamos al cielo el don de empeñarnos por la causa de la paz. Paz en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades. Paz en esos lugares donde la guerra parece no tener fin. Paz en esos rostros que lo único que han conocido ha sido el dolor. Paz en este mundo vasto que Dios nos lo ha dado como casa de todos y para todos. Tan solo, PAZ.

Francisco hablaba no solo para las familias allí reunidas. De lo contrario no habría convocado a tantos líderes espirituales, muchos de ellos mujeres, ni hablado de “solucionar conflictos” o de la paz. Todavía andando la ceremonia, les confieso que sentí que en este lugar, “donde el dolor es palpable”, hay un halo de justicia para las víctimas del otro 11 de Septiembre y del terrorismo en Cuba. Y como todos, también lloré.

Con los líderes religiosos en el Memorial dedicado a las víctimas del 9/11. Foto: The New York Times

Con los líderes religiosos en el Memorial dedicado a las víctimas del 9/11. Foto: The New York Times

Confesionario improvisado en un bar. Foto: The New York Times

Confesionario improvisado en un bar. Foto: The New York Times

Con niños en una escuelita de Harlem. Foto: The New York Times

Con niños en una escuelita de Harlem. Foto: The New York Times

El Papa visitó el colegio católico "Our Lady Queens of Angel" de East Harlem donde se tomó fotos selfies, escuchó canciones y rezó con los pequeños; lo acompañó el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio. Esta imagen es de la mañana, cuando . se esperaba a FranciscoFoto: The New York Times

El Papa visitó el colegio católico “Our Lady Queens of Angel” de East Harlem donde se tomó fotos selfies, escuchó canciones y rezó con los pequeños; lo acompañó el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio. Esta imagen es de la mañana, cuando se esperaba a FranciscoFoto: The New York Times

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