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Mariano Rivera no olvida a Tigres de Aragua

Mariano Rivera fue el centro de atención durante la breve ceremonia inaugural de la Serie del Caribe, que se lleva a cabo en el Estadio Nacional Rod Carew. El ex cerrador de los Yanquis de Nueva York no paró de sonreír a las cámaras, mientras hacía el primer lanzamiento del encuentro entre Charros de Jalisco y Cardenales de Lara, con un jersey de Panamá sobre una camisa azul remangada, que combinó con un pantalón de mezclilla.

Con ropas de civil, Rivera no luce muy diferente al dominante taponero, que durante 19 años se apuntó 652 rescates, cifra récord en las Mayores.

Poco antes de ese primer pitcheo, Rivera había repasado su carrera y recordó a los Tigres de Aragua, en una rueda de prensa. A principios de la década del 90, el derecho participó por un breve período de tiempo en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP), mucho antes de ser dueño de una recta cortada imbateable y que en cada una de sus presentaciones en Yankee Stadium se escuchara “Enter Sandman”, de la banda Metallica.   

“Los Tigres me dieron la oportunidad de poder jugar allá, aunque era bastante joven (22 años de edad) y, lastimosamente, sólo pude tirar una entrada, puesto que me lesioné. Pero los Tigres trataron de mantenerme a ver si me recuperaba, aunque no pude hacerlo. Debí regresar a Panamá para luego salir a Estados Unidos, donde me sometieron a exámenes físicos para saber si el codo estaba mejor. Más tarde, me operaron en 1992”, rememoró Rivera. 

En la temporada 1991-1992, Aragua fue dirigido por el fallecido manager Rick Down, que para entonces era el estratega del Columbus, filial Triple A de los Bombarderos del Bronx. Rivera apenas tenía experiencia de dos campañas en el sistema de granjas de los Yanquis y se encontraba en la academia de la organización en el centro del país.

Su debut fue el 30 de noviembre de 1991, contra Leones del Caracas, y como relevista ponchó a Omar Vizquel y Jorge Uribe, luego dominó a Edgar Cáceres con manso roletazo a la segunda base.

“Para mí fue muy especial, porque pude ver un beisbol diferente, pude ver a hombres de Grandes Ligas, participando con nosotros”, aseveró Rivera.

Para aquel momento la actuación del panameño, prácticamente, pasó inadvertida. Nueva York había enviado a Maracay al slugger Kevin Maas, un hombre con 44 jonrones y 104 remolcadas, repartidos entre los dos veranos previos en la Gran Carpa. Así que todos los reflectores apuntaban al inicialista californiano, considerado el futuro de la organización, así como al lanzador Royal Clayton, una promesa del equipo de uniforme a rayas. 

“Mariano era latino y escuchamos cuando llegó que era un mostro, pero no lo creíamos, teníamos que verlo en persona para apreciar si eso era verdad”, contó Richard Garcés al diario El Periodiquito, en noviembre del 2011. “Él se hizo muy amigo de mi hermano Richard y de (Raúl) Tucupita Marcano. Tan sólo fueron dos semanas que estuvo aquí porque se lesionó (…) Son pocos los recuerdos, pero de vez en cuando se tiraba un chiste que nos hacía reír a todos. Sin embargo, era un tipo muy callado y cristiano”.

Garcés apenas contaba 20 años de edad, pero para la época era un reputado prospecto de los Mellizos de Minnesota, que había debutado en las Mayores en 1990.

Poco menos de un lustro después de lucir el uniforme de los Tigres, Rivera inició su brillante trayectoria en las Grandes Ligas, que le convertiría en el primer miembro del Salón de la Fama electo de manera unánime.

“Me encantó el tiempo que estuve allá”, aseguró Rivera. “Me acompañó mi esposa (Clara). Estábamos recién casados. Lo disfrutamos mucho, pero no pude compartir un poco más, jugar para obtener más experiencia. Las cosas de Dios son de esa manera, pero siempre le doy gracias a Dios por el tiempo que estuve en Venezuela”.

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