Opinión

La rendijita

Cuando se revisa con detenimiento la convulsa realidad social en el mundo de hoy, se constata una realidad tan desalentadora que no hay posibilidad alguna de celebrar el logro de la humanidad del cual se jacta la mayoría de las veces el capitalismo para justificar la obscena riqueza de unos pocos frente a las atrocidades que a lo largo y ancho del planeta se padecen

Cuando se revisa con detenimiento la convulsa realidad social en el mundo de hoy, se constata una realidad tan desalentadora que no hay posibilidad alguna de celebrar el logro de la humanidad del cual se jacta la mayoría de las veces el capitalismo para justificar la obscena riqueza de unos pocos frente a las atrocidades que a lo largo y ancho del planeta se padecen.

Solamente las hambrunas persistentes desde hace siglos en el África, que ocasionan todavía hoy cientos de miles de muertes al año, son ya de por sí un vergonzoso ejemplo de la calamidad que es tan siquiera el intento de la sobrevivencia para el ser humano.

La cada vez más alarmante cantidad de muertes que ocasionan las guerras desatadas contra millones de seres inocentes y desvalidos en nombre de la libertad y el “derecho a la vida”, resultan más un infernal castigo del cielo que ninguna redención o salvación de los pueblos. 

Las decenas de muertes diarias en México, Colombia y Brasil a manos de la delincuencia organizada, que en la mayoría de los casos desborda la capacidad de los Estados para garantizar no solo la vida sino la seguridad de la propiedad y del orden público, revelan una descomposición social de proporciones demenciales jamás vista en la historia, y eso no es menos vergonzante. 

La pérdida de la calidad de vida en Europa y Norteamérica son el anuncio del más tenebroso futuro para cientos de millones de personas y para toda su descendencia.

Pero en ninguna nación del mundo, ni por muy apremiantes que resulten sus condiciones de vida, se ha visto jamás el bochornoso e insensato entreguismo de un sector de la población gritándole al mundo su deseo de ser invadido por la fuerza letal de un ejército invasor, como lo pide hoy de manera demencial la oposición venezolana.

Desde todos los países cuya dolorosa historia ha estado marcada por el holocausto que significa una ocupación norteamericana se nos ve hoy con el más grande estupor e incredulidad, porque nadie puede entender que la insensatez pueda alcanzar tan alto grado de locura.

Por fortuna esos disociados y pitiyanquis no son sino una rendijita apenas, por donde el imperio podrá ver… pero no podrá pasar jamás, porque Venezuela es y será siempre bolivariana, cuna de forjadores de patrias, no de entreguistas.

Alberto Aranguibel B.

@soyAranguibel

/N.A

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