Opinión

El parto de los montes

Los altos mandos del Comando Sur no pegan un ojo esperando el arranque del gran ejercicio militar con efectivos de 25 países, entre otros Francia y Reino Unido

 Los presidentes de los 13 países del Cartel de Lima que firmaron la declaración contra Venezuela sueñan inquietos que invaden Caracas a la cabeza de sus aguerridos ejércitos para repartirse el país que la oposición ha conquistado para entregárselos. Los dirigentes de los doscientos grupos de la Oposición no duermen esperando el amanecer del día excelso en el cual recibirán el poder de las manos del Presidente Donald Trump en su calidad de jefe supremo de la intervención humanitaria del South Command.

Los altos mandos del Comando Sur no pegan un ojo esperando el arranque del gran ejercicio militar con efectivos de 25 países, entre otros Francia y Reino Unido, con el cual invadirán Venezuela y la sembrarán de bases militares una vez que los paramilitares hayan dominado a los nativos y liquidado a los bolivarianos.

La noche en blanco pasan los 734 mercenarios paramilitares acampados en la región colombiana de Tona esperando la orden del presidente Duque para el atentado de falsa bandera que les entregará en bandeja de plata el Golfo de Venezuela, las reservas petrolíferas del Zulia, y la Cordillera de los Andes, gracias a la intervención mesiánica de Jair Bolsonaro al mando de las fuerzas de la base militar que Estados Unidos proyecta instalar en Brasil. No pega un ojo Bolsonaro en plegaria con sus camisas negras Guerreros de Dios a la espera de apoderarse de la Amazonia Venezolana más las centrales hidroeléctricas de El Guri y Camatagua más el Arco Minero más la franja Bituminosa más todo lo que haya, que les serán cedidos por los gremios empresariales.

En vigilia se pasan la noche predestinada los dirigentes de los gremios empresariales, afinando planes para subastar empresas básicas, eliminar estabilidad laboral y prestaciones sociales, privatizar salud, educación y seguridad social y los ríos y las lagunas y las aguas y las lluvias y cuanto sea privatizable nada más le entreguen el poder los militares que ya tenía juramentados un coronel retirado que parece que habla muchas pendejadas cuando bebe. En un botiquín de Turgua es localizado el coronel retirado que explica que lo que él esperaba era que le pusiera el poder en las manos el gran alzamiento colectivo de las masas venezolanas.

Una vez más se quedan todos con los crespos hechos por estar esperando cada uno que el otro le haga su tarea. Ya ni en ellos mismos creen.

Luis Britto García

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