Opinión

Desestabilizaciones a la carta

Desde la alborada del siglo XXI, las naciones de América Latina que han decidido transitar otros caminos que no sean los predeterminados por el Tío Sam, han sido sometidas a atropellos de todo tipo, imputaciones de apoyo al terrorismo y alianzas con los cárteles de la droga, así como el manido argumento de violación de los derechos humanos por parte del gobierno que ha cometido más vejámenes a estos derechos en todo el orbe

Desde la alborada del siglo XXI, las naciones de América Latina que han decidido transitar otros caminos que no sean los predeterminados por el Tío Sam, han sido sometidas a atropellos de todo tipo, imputaciones de apoyo al terrorismo y alianzas con los cárteles de la droga, así como el manido argumento de violación de los derechos humanos por parte del gobierno que ha cometido más vejámenes a estos derechos en todo el orbe.  

Estados Unidos es injerencista por antonomasia. Desde finales del siglo XVIII, bajo el manto de estar predestinados para intervenir en los problemas de otros territorios, se dieron a la tarea de expandir sus límites fronterizos por métodos non sanctos. Su praxis colonizadora los sitúa hoy con salidas tanto al Atlántico como al Pacífico y es una potencia ícono del capitalismo más salvaje y depredador de esta época. 

No hay un pueblo en Nuestra América donde los gringos no hayan metido sus manos, desde el Río Grande hasta la Patagonia. Cuando las 13 colonias del Norte de América, se declaran libres del yugo británico, otearon el horizonte y miraron hacia esta parte del continente. Esa mirada -a comienzos del siglo XIX- les hizo creer, como lo han dicho sus voceros hasta Jhon Kerry, que éste es su patio trasero. De allí las grandes confrontaciones que se han dado. 

Los procesos de los últimos quince años en nuestro continente, sea la revolución ciudadana, la revolución bolivariana o la revolución del PT en Brasil, han sido observados al detalle por el Pentágono y la CIA. Las propuestas de estos gobiernos de inclusión de los invisibilizados de siempre, de inversión en salud y educación; el rechazo a las recetas del FMI, han conducido a una severa condena por Estados Unidos. 

La redistribución del ingreso, la democratización de la propiedad y la atención a los desposeídos, han hecho que los sectores ultraconservadores -que siempre controlaron la política y la economía en estos países- se hayan aliado para instigar a los trabajadores, a los indígenas, en contra de los procesos de cambio. En Brasil quieren que las favelas exploten. En Venezuela se ha experimentado de todo. Hoy, con la guerra económica, aspiran a que el pueblo se rebele contra el gobierno. ¿En qué laboratorios se diseñan estos formatos?

Asalia Venegas

Profesora UCV

/N.A

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