Salud

Cuando las emociones se vuelven enemigas y aliadas

Sin adentrarnos mucho en la materia de psicología especializada, es importante precisar para estos tiempos el poder de las emociones, la simplicidad con la que los seres humanos nos hemos olvidado de observar, de escuchar, de ver lo que es realmente importante para nutrir la espiritualidad, en el ritmo de vida agitado por las nuevas tendencias capitalistas, el estrés laboral, económico y social, han marcado una línea peligrosa entre el vivir y existir.

Los que son padres y madres, sobre todo las segundas, se siente culpables al partir a tempranas horas a sus puestos de trabajo, en la mayoría de los casos sin poder ver despertar a sus hijos, los cuales pasan días enteros al cuido de terceras personas que cumplen un rol determinado de solo alimentar y cuidar, aunado a ello el alto costo de la vida, la economía familiar en la mayoría de los países debe ser financiada por la mayor cantidad de miembros del hogar.

Allí empiezan los llamados desapegos, angustias, pesares, remordimientos; una cantidad de sentimientos encontrados, esos que se dan como resultado de una emoción que permite que el sujeto sea consciente de su estado de ánimo, pero que en realidad muy pocos se atreven a reconocer.

Cuando un ser humano reconoce cómo se siente, cómo le afecta esa emoción, entonces es capaz de concienciar y trazar un camino de metas; ya sea de actividades a futuro por un plan de vida, o haciendo pequeños cambios que le hagan sentirse más a gusto con la vida, aceptando siempre su realidad como punto de partida para una transformación interna.

De esta forma, según señalan los expertos, un cambio en la Programación Neurolingüística, no solo cambiará la forma de ver y sentir los hechos en la vida de una persona, sino que su entorno comienza a “fluir” de forma tal que el día a día no será un agobio, sino una parte del todo que es “la vida”.

Tras esto vemos familias más acopladas entre sí, con espiritualidad (porque en algo, así sea en nada hay que creer), pero sobre todo a llevar una relación con ese yo interno, aprender a existir con lo bueno, lo malo y lo regular; aceptar que no hay verdades absolutas y que el mundo gira alrededor de cada uno de los que en él habitamos.

Aprender a escuchar lo que nuestra mente y corazón dice, es un paso fundamental que nos hará más libres no solo de las imposiciones sociales, económicas y políticas; sino hasta de nosotros mismos y las enfermedades las mismas que día a día se van apoderando de nuestro ser, de cada una de las células que habita en nuestro cuerpo y nos dan las herramientas necesarias para que cada órgano funcione en su justa medida.

Las enfermedades nos alertan, nos ponen en atención, hacen ese llamado para que como ser único nos tomemos ese momento de análisis interno, para preguntarle a las células qué pasa y a dónde debe ser dirigido el compartamiento de un sujeto en particular para lograr vivir plenamente, sin ataduras emocionales, psicológicas o físicas.

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