Opinión

Amarguras de Almagro

El señor Almagro pretende pagar sus amarguras con la República Bolivariana de Venezuela

El señor Almagro pretende pagar sus amarguras con la República Bolivariana de Venezuela. Para los que ignoran la existencia de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro es su actual Secretario General. Ya algunos lo consideran más insulza que Insulza, su gris antecesor, de quien toma solícito el relevo antibolivariano. Como quien lo antecedió, hace méritos para congraciarse con Washington en el marco del decreto de Obama contra Venezuela. Dios los cría y la OEA los encuera.

Almagro no le quedó bien a Colombia. Jamás el presidente Santos habría autorizado plantear en la OEA el problema fronterizo con Venezuela sin tener la garantía de su aprobación. Pero los números del sucesor de Insulza no dieron. Los votos prometidos a Bogotá para que el asunto lo dilucidaran los cancilleres en el seno de la organización, fallaron. Y falló Almagro. En lugar de recapacitar, huyó hacia adelante. Sin guardar la imparcialidad que su cargo le impone, se fue a Cúcuta, se reunió con una de las partes y terminó de descalificar a la OEA, incluso como simple mediadora. 

Insulza era menos aparatoso. Hizo su trabajo de sepulturero de la moribunda OEA, pero hasta con cierta elegancia diplomática. Alguien debe decirle a Almagro que incluso para cavar la fosa de la organización, existe un protocolo. La huida hacia adelante no se quedó allí. Dos instancias de la OEA, la Comisión y la Corte Interamericanas de Derechos Humanos, acudieron en auxilio de su rodante Secretario General y arremetieron contra la patria de Bolívar. Para el menguado prestigio de la organización, peor fue el remedio que la enfermedad. 

Los aplausos que varias veces interrumpieron el discurso del presidente Maduro en la Asamblea General de las Naciones Unidas deberían advertirle a Almagro que la Venezuela “aislada” que le pintan los medios y que él tiene en la cabeza, está lejos de la realidad. Su primera derrota en el seno de la propia OEA debió servirle de lección, pero, por lo visto, no fue así. Yéndose a Cúcuta y poniendo a la Cidh a pronunciar exabruptos contra Venezuela, el señor Almagro seguirá transitando por la calle de sus pequeñas amarguras. 

Earle Herrera
Periodista / Profesor UCV

/N.A

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